Energía oscura

Arrodillarme me acerca
al olor del corte
cebo y sal
y el barro negro en mis dedos.
Miro hacia arriba para ver la silueta de un amigo.
Ha dado su color al sol poniente.
Hasta la cadera en la marea creciente,
hasta los hombros en las cañas de color verde dorado
que brotan de la orilla como una efervescencia,
sigiloso y de aspecto peligroso,
lanza el arco de su filamento de púas
y mira con la visión firme de un depredador.
Es el movimiento de la vida,
hierba de avena inclinándose en la brisa de la tarde,
deriva de pájaros costeros cantando a través de la bahía,
colgajo coriáceo y zambullida de un pelícano.
La vida arremolinándose bajo las aguas bruñidas,
vida que turba la superficie,
vida que roza el cielo pastel,
la vida del tamaño de una partícula
visible sólo en el agregado,
cintas verdes brillantes de limo
en capas en el lodo,
vida que se arrastra,
vida que se aferra,
vida que pulula.
vida inmóvil,
latente, como la de un caimán
forma congelada cocida en el barro
de la ribera del riachuelo en que se junta
el último sol de la tarde.
cañas chispeantes a cerdas fangosas.
La vida produce su coro sin fin,
un millón de muertes, mil millones de nacimientos.
Colores de fuego a color de ceniza.
Es el mosaico de todos los colores,
mezclándose en un tono universal.