como la caida

de limones, más fuerte que la luz, la dejó anhelando uno propio, un limón intacto para llevar su aroma exprimido a su lengua, la parte de atrás, donde se encuentra con sus oídos, hueco ahora, después de que lo perdido permanece en una escoba, su puño envuelve lo que rueda hasta sus pies, lo que ata sus labios, el pezón en su flujo y reflujo, lo que parece amarillo y lo que queda en la garganta sin palabras